Hace unas semanas, estaba sentada en la parada del autobús (soñando con su pronta llegada, todo sea dicho, porque me iba a morir del calor que hacía y sin apenas una sombrita donde refugiarse) y me encontraba leyendo Los Jardines de la Luna de Steven Erikson, para sobrellevar la larga espera. Una genialidad, por cierto.
En uno de esos raros momentos en los que levanté la cabeza para descansar un poco los ojos, pasaba una antigua profesora de literatura que me dio clases en el colegio. ¡Lo que ha llovido desde entonces! Pues bien, después de un rato de besos, abrazos y saludos tras pasar media vida de aquella lejana época... me pregunta que qué estoy leyendo con tanta concentración. Se la veía realmente ilusionada por ver a una joven con semejante tocho en las manos. Le respondí contándole brevemente de qué iba la trama (árdua tarea, sin duda, en la que me aventuré). Al ver la portada del libro, su respuesta, horrorizada, fue la siguiente: '¿Pero eso no será fantasía? ¿Todavía sigues leyendo eso? ¡Lee libros de verdad, mujer!' Mi cara, os puedo asegurar, era un poema y muchas cosas fueron las que me hubieran gustado decirle en ese momento, pero le contesté esto con toda la educación de la que fui capaz de echar mano: 'Ah, ahora recuerdo... Siempre que sugería leer algún libro de esta temática me gritaba en clase... hasta que me interesé por La Historia Interminable, una de las obras de fantasía más grandes jamás escritas. Nunca llegué a entender por qué ese sí y otros no. Me tenía usted intrigada con aquellas contradiciones.' Luego de una retahíla de: 'ya eres adulta bla bla...', 'tienes que leer otras cosas, incluyendo a los clásicos bla bla...' (¿Quién dice que no lo he hecho ya, señora?) y demás cosas parecidas, fue huyendo discretamente hasta desaparecer en el interior de un edificio. Acto seguido, llegó el ansiado vehículo y, una vez en mi sitio, me volví a sumergir en el imperio malazano con gran placer.
Llevo más de media vida sin comprender esa aversión tan exagerada hacia las obras de fantasía; aunque poco me importa lo que opinen los demás. Si me gusta, lo leo. Punto. Con lo bonito que es descubrir un nuevo mundo, basado en la realidad o inventado al 100%, y aprender de sus costumbres, política, religión... a la vez que vivimos incontables aventuras, por tan extraordinarios parajes, con nuestros nuevos amigos que poco importa que sean humanos, enanos, elfos o sacertodes de una orden oscura donde sueñan con invocar a una corte de dioses o seres olvidados durante milenios.
Recuerdo una entrevista que ví hace tiempo de Andrzej Sapkowski (tenéis que leer la saga de Geralt de Rivia, si no lo habéis hecho ya) donde comentaba que los libros de temática fantástica están considerados como lecturas tontas de adolescentes con pocas luces (sí, he suavizado un poco sus palabras exactas xD) y que con ellos no se aprende nada. Una gigantesca equivocación global, pero así es como piensa mucha gente que, posiblemente, ni siquiera se ha dignado a abrir una obra de estas características.
¿Queréis saber mi humilde opinión? Si os ha llamado la atención la trama de una historia, leedla; sin importar en qué género esté encasillado. ¿Qué más dará que haya vampiros, zombies, princesas, guerras entre diferentes reinos, magos, dragones, naves voladoras o simples mortales que viven una relación romática en la época que menos te esperes? Obviamente, cada cual es libre de elegir la lectura que va a devorar... pero siempre respetando también el gusto de los demás. Lo importante es deleitarse con esa historia. Ni más, ni menos :)
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